Existe una antigua leyenda ligada a laIsla de Capri en el que se habla de un pobre pastorcillo, huérfano de padre, que no poseía más bienes materiales que una oveja. Se dice que una tarde, al anochecer, el niño se había demorado para recoger unas flores y cuando se volvió para llamar a las ovejas, estas habían desaparecido de su vista. “¡Mi única oveja se ha perdido!” – exclamó desesperado el pastorcillo – “¿Cómo lo haré ahora?”. En un momento, sin embargo, creyó oír un leve repique a lo lejos y, creyendo que era el sonido del cascabel que la oveja llevaba colgada del cuello, se dirigió en la dirección de donde procedía el tintineo.

Empezó a correr descalzo entre las zarzas y las piedras, mientras ya había llegado la noche, hasta que llegó al borde de un barranco y aquí una luz repentina lo detuvo. Envuelto en un resplandor dorado hizo su aparición San Michele, brillando sobre su caballo blanco. “Mi bebé” – dijo el Santo, deslizándose de su cuello una campana que colgaba de su pecho – “toma esto y sigue siempre su sonido, te salvará de todo peligro”. El pastorcillo, temblando de emoción y alegría, pronto encontró la oveja y se dirigió a su casa, trayendo la campana como regalo a su madre. Desde entonces su vida cambió para siempre y todos sus deseos terrenales fueron cumplidos.

A partir de esta leyenda, se ha establecido con el tiempo la tradición de regalar la Campana de Capri a las personas que consideramos verdaderamente especiales para que, con cada toque, todos sus deseos se hagan realidad.